sábado, 29 de marzo de 2014

Antología Olcades: Antonio Gracia

    
     Amarilis

Inclinada ante el libro, con los ojos
escrutando las páginas, parece
que un océano azul se derramara.
Hermosos signos que hablan de un amor
que siente y que no puede ya leer
más que en su corazón. La realidad
y el sueño se le juntan como letras
imposibles de distinguir. Las lágrimas
del océano zarco caen ahora
sobre el papel en el que tantos versos
ha copiado. Se ofusca su razón
y apenas reconoce el cuerpo erguido
del hombre que la abraza cada día
con más ternura que pasión. Comprende
que cuando él mira su ceguera y dice
que naufragó en sus dos verdes océanos
está diciendo que ella redimió
su espíritu de fénix laberíntico.
Aún sabe que su nombre es Marta, Mar.
Que aunque la luz pronto ha de abandonarla,
ha iluminado versos con sus ojos
y encendido el amor.

         (De Bajo el signo de Eros)


viernes, 21 de marzo de 2014

La poesía tiene sus días

 
Pocas cosas hay en el mundo menos poéticas que la Proclamación de la Unesco del 21 de marzo como Día Mundial de la Poesía; claro que también Keats dijo aquello de que el poeta es el menos poético de los seres, aserto que se corrobora por la observación empírica en diversas ocaciones, empezando por la existencia de uno mismo.

No pidamos exquisiteces a los burócratas; por muy bienintencionados que parezcan siempre exhalan ese intestino aburrimiento por la vida, esa halitosis de tareas y plazos con que se desayunan, temprano y sin sonrisa.

Lo realmente curioso son las razones que aduce el culto organismo (no llevar la alegoría corporal hasta aquí) para tal fasto. Se valora de la poesía principalmente su dimensión estética, y lo que luce en los recitales: "poetry evenings with readings by the poets themselves". Vamos, que es como cuando vas al zoo, te acercas a la jaula y te garantizan que el mismísimo león está dentro y hasta ruge.

Los poetas, por otra parte, parecen estar censados o ser objeto de estadística, pues se afirma ahí con muchísima rotundidad que es observable "a proliferation of poetic activities in the various Member States and an increase in the number of poets" (que tome nota el CIS). 

Y ¿qué decir de esos jóvenes que deben usar la poesía "to return to their roots, and a means whereby they can look into themselves" (disculpad que esté usando la versión inglesa pero la traducción española es ilegible)? Sí, más vale que los pobres encuentren un medio de mirarse (y hasta refugiarse) dentro, no vaya a ser que vean la que está cayendo fuera.

En el documento no lo dice, pero mucho me temo que la elección del 21 de marzo como día poético mundial se debe a que coincide con la entrada de la primavera, y la poesía ¡ha garrulado tanto sobre la estación florida en que el mentido robador de Europa... (no, no me refiero al BCE, FMI y demás escualos financieros)!

En cuanto a las acciones en favor de la poesía están muy bien todas y ojalá se cumplieran, sobre todo las de animar la pequeña edición y la mayor presencia de la poesía en el currículo escolar, pero, por favor, señores de la Unesco, no "encourage the award of poetry prizes", que bastante tenemos con lo que tenemos.

Lo que no se recoge por ninguna parte en esta jugosa proclamación, ni aparecerá en muchas declaraciones, recitales, actos y vodeviles que se desarrollarán este día a lo largo y ancho de nuestro prosaico mundo es que la poesía habla básicamente sobre la dignidad humana, hoy tan vapuleada y a la que yo sepa ninguna oficialidad le ha dedicado un día... ¡qué digo un dia: ni un minuto!

Lo de la dignidad lo tenía bien claro José Martí:

                                 Mi verso es como un puñal
                                 que por el puño, echa flor.
                                 Mi verso es un surtidor
                                 que da un agua de coral.

                                 Mi verso es de un verde claro
                                 y de un carmín encendido.
                                 Mi verso es un ciervo herido
                                 que busca en el monte amparo.

                                 ¡Penas! ¿Quién osa decir
                                 que tengo yo penas? Luego,
                                 después del rayo, y del fuego,
                                 tendré tiempo de sufrir.

                                 Yo sé de un pesar profundo
                                 entre las penas sin nombres:
                                 ¡la esclavitud de los hombres
                                 es la gran pena del mundo!

                                 ¡Hay montes, y hay que subir
                                 los montes altos: ¡después
                                 veremos, alma, quién es
                                 quien te me ha puesto al morir!

                                                            José Martí



domingo, 16 de marzo de 2014

Antología Olcades: Miguel Mula


EL ABRAZO DEL LOCO

El abrazo (Die Umarmung), de Egon Schiele


I

     Un loco de poema cargado de bolsas de desperdicios en su retórica de silencio busca la salida del supermercado. Con su pose de San Juan de la Cruz guiña cortésmente un ojo a la pescadera y las chicas de la carnicería contoneándose le muestran dulcemente la salida del aparcamiento, dejando caer a sus pies pétalos de rosa que él va recogiendo para fumar. Mientras busca entre los coches aparcados acecha el beso de la reina de las cajeras, que nunca llega.
     Mido mi soledad por las veces que pasa ese loco bajo mi balcón.

II

     Un loco de poema cargado de bolsas de desperdicios en su retórica de silencio busca la salida del supermercado y se encuentra en el ascensor a un muerto pintando un cuadro.
    Dos amantes de carnes crispadas en un lecho que apenas se intuye, sobre un mundo oxidado; desnudos, claro, desnudos, pues el fin acecha y saben del deseo.
    Pero el loco pregunta al artista, descubre el engaño y reconoce a los verdaderos protagonistas del cuadro; a saber:

      1º- Lo que dice el hombre al oído de la mujer:

               Gacela y fuga, oblicua miel, vida,
               solo una noche crucé tu Aqueronte,
               laguna y gruta húmedas,
               solo una noche,
               y vuelvo hoy a tus ojos
               muerto del orgullo de poseerte.

      2º- Lo que dicen las manos de la mujer, palabras que no se pueden repetir aquí.

              (De Arqueros en mi fiesta)

jueves, 13 de marzo de 2014

¿Cómo habla la poesía sobre el mundo? El ejemplo de la poesía joven española


Aquí os dejo una reflexión sobre la referencialidad en la poesía joven española, o al menos la que era joven por el año 2008, fecha de publicación del texto original.

Se trata, en resumidas cuentas, de plantear la relación de la poesía, como discurso, con el mundo que la rodea y del que habla; tema lleno de espinas y peligros, pues tradicionalmente se considera a la poesía como el género menos referencial, y el más autónomo en el sentido de que se cumple en el terreno de lo puramente lingüístico y simbólico. En palabras de Archibald MacLeish: "Un poema no debería significar, sino ser" ("A poem should not mean / But be"). No obstante, ningún discurso escapa, por su propia naturaleza, a la necesidad de referir a algo exterior a él y establecer con ello ciertos lazos y compromisos.

A partir de los diversos modos de enunciación y representaciones del yo poético en algunos poemarios de autores jóvenes, podemos no solo ejemplificar estos problemas inherentes a toda poesía sino también señalar algunas tendencias de la lírica española más actual. El estudio incluye a poetas como Juan Carlos Abril, Juan Antonio Bernier, Yolanda Castaño, Rafael Espejo, Ariadna G. García, Abraham Gragera, Elena Medel, Carlos Pardo, Mariano Peyrou y Julieta Valero.



lunes, 10 de marzo de 2014

Algo sobre Gabriel Celaya

                                                                
                                                                FIN DE SEMANA EN EL CAMPO

                                                            A los treinta y cinco años de mi vida,
  tan largos, tan cargados, y, a fin de cuentas, vanos,
  considero el empuje que llevo ya gastado,
  la nada de mi vida, el asco de mí mismo
  que me lleva a volcarme suciamente hacia fuera,
  negociar, cotizar mi trabajo y mi rabia,
  ser cosa entre las cosas que choca dura y hiere.

  Considero mis años,
  considero este mar que aquí brilla tranquilo,
  los árboles que aquí dulcemente se mecen,
  el aire que aquí tiembla, las flores que aquí huelen,
  este "aquí" que es real y, a la vez, es remoto,
  este "aquí" y "ahora mismo" que me dice inflexible
  que yo soy un error y el mundo es siempre hermoso,
  hermoso, sólo hermoso, tranquilo y bueno, hermoso.

                                                                                             (de Tranquilamente hablando)

Vamos con Gabriel Celaya, autor al que creo que es urgente rescatar de su ostracismo en el apartadillo de la poesía social. Siempre me atrajo enormemente este poema y nunca me puse a explicar tal atracción; ahora que tengo un blog quizá sea el momento de hacerlo.
 
En primer lugar, no se trata de que conecte o no vitalmente con lo que ahí se dice. Eso podría explicar las cosas ahora, pero cuando lo leí por primera vez me faltaba mucho para llegar a los treinta y cinco. Así que el poema debe tener algo más que el simple reconocimiento de un fracaso vital. Ese algo más es lo que lo hace poesía y no un simple desahogo versificado que podemos compartir o no con el bueno de Celaya-Leceta.

Tengo para mí que la clave está en el cierre, o mejor dicho, en lo que no se cierra. ¿Es irónico el enunciado final o hay que tomarlo literalmente?

En la interpretación literal el enunciador, ante el descubrimiento de la belleza y la armonía de la naturaleza, lamenta con razón su vida gastada fuera de ese ámbito y la inutilidad de una existencia artificial. Estamos, entonces, con el Dante de "Nel mezzo del cammin di nostra vita" o el Garcilaso de "Cuando me paro a contemplar mi estado", que dan cuenta de un balance negativo en el haber de lo vivido.

Por otra parte, la insistencia en la "hermosura" del mundo natural parece simplemente un eco cansino de otras voces que pretenden convencer, sin mucho éxito, al enunciador de la excelencia de lo que le rodea (pongamos el Guillén de "El mundo está bien hecho"). En ese caso, no tiene sentido decir con sinceridad "yo soy un error" y, en consecuencia, todo el desaliento de la primera estrofa queda anulado, y el poema ha de ser leído una segunda vez en otra clave.

Pero el poema contiene más interrogantes, quiero decir más indeterminaciones. ¿Es de carácter social o existencial? La primera estrofa parece derivar la angustia vital de cierta cosificación y explotación a que se ve sometido el hablante, producto de la sociedad capitalista. Sin embargo, la segunda estrofa tiene un léxico claramente existencial. El "aquí" y el "ahora mismo" conectan directamente con la noción heideggeriana de "arrojamiento". Ese "aquí" que es real y remoto a la vez es una buena definición, en poesía, del Da-sein, que no se llega a encontrar a gusto en el lugar donde se encuentra (interprétense todos los sentidos de "encontrar(se)").

La riqueza del poema radica, creo, en dejar sin respuesta tales interrogantes y sin concreción las indeterminaciones. El reto del lector es leer simultáneamente el enunciado final en serio y en sorna, y el poema como social y existencial; estar "aquí" y "allí" al mismo tiempo, elegir no elegir una interpretación.

jueves, 6 de marzo de 2014

El último maldito

Ni una semana arrastra este blog su vida virtual cuando se nos pierde por la puerta de salida de la vida verdadera el último maldito, en realidad el único que teníamos últimamente. No debió de ser fulgor su andanza personal, pero brilló con intensidad de hoguera sola en la poesía.

Supongo que fue, como el hidalgo de La Mancha, "loco intermitente", pues aunque se alimentara de su imaginación torturada, su poesía es de una lucidez profética, y en ella confluyen los grandes desaforados del verbo: Rimbaud, Lautremont, Artaud..., los que nos hicieron ver que la oscuridad alucinada es también un aspecto de lo maravilloso.

Reconozco que prefiero el primer Panero, en particular el de Narciso en el acorde último de las flautas, pues sabido es que la subversión resulta efectiva solo una vez; el gesto rompedor, si repetido, se convierte en mueca. Aunque hay que reconocer que Leopoldo María supo manejarse con suficiencia hasta el final en ese terreno de la insumisión lírica.

Su obra se alimentó de una cultura extensa que no distinguía barreras entre lo sublime y el underground. En la gran mente universal Yeats y Shakespeare se alojan junto al capitán Marvel, Tarzán o la condesa Morfina. Quizá se sientan en la misma mesa y juegan al bacará con las cartas del tarot y al barajar se reparten el poema que escribiría Panero mientras escupen sobre la poesía.

Rescato aquí la reseña que sobre la Poesía Completa del autor hasta el año 2000 publiqué en Revista de Libros, 63 (marzo 2002).


martes, 4 de marzo de 2014

Reivindicación de Raúl González Tuñón

Hay poetas a los que se llega por caminos sinuosos. A mí me ocurrió con Raúl González Tuñón (Buenos Aires, 1905-1974). Lo tenía alojado en la cara B de un antiguo elepé (de esos que los de provicias coprábamos en Discoplay) cuya cara A contenía a Paco Ibáñez cantando poemas de Neruda, de los de la "Canción desesperada" (una alegría de disco, vamos, ahora que lo pienso).

A Tuñón le ponía voz el entonces para mí incógnito "Cuarteto Cedrón". Con el tiempo empecé a preferir el reverso al anverso, buscar otros discos del conjunto argentino (a cuál mejor) y andar tras los pasos y versos del poeta, nada fáciles de encontrar en España. Un dato: la más reciente y completa antología de González Tuñón, Poesía reunida, la ha editado Seix Barral en 2011, pero, por lo que yo sé, solo en su filial argentina, y no circula en nuestro país.

Sin embargo, España significó mucho para González Tuñón, por lo menos tanto como para Neruda o Vallejo, le dolió sobre todo en los crueles tiempos de la Guerra Civil, y como ellos dejó un intenso libro sobre el conflicto: La muerte en Madrid (1939), que no desmerece de los otros. A este había precedido La rosa blindada (1936) sobre la insurrección de Asturias. Al margen: creo que falta un trabajo sistemático sobre los poemarios de autores no españoles dedicados a la Guerra Civil, pues en este campo se transita siempre por la misma senda. Al olvidado González Tuñón habría que añadir su amigo y compatriota Álvaro Yunque, que no estuvo en España, pero que hizo su contribución poética al trágico evento (España, 1936).

Bien pensado, González Tuñón tuvo una vida paralela a la de Neruda; se inició en la bohemia de su ciudad natal, en este caso Buenos Aires, vivió en España, militó en el partido comunista, visitó Rusia, y fue un infatigable viajero. Su Canto general fue el Primer canto argentino.

Su poesía no es tan torrencial como la del chileno, pero comparte con él esa mirada asombrada por las cosas cotidianas, que no renuncia a introducir impurezas líricas en el poema y a llamar a la realidad por sus diversos y complejos nombres, lo que le da acceso a zonas de expresión que no alcanzan otros poetas, más armoniosos y menos arriesgados. La calle del agujero en la media (1930) quizá sea el título más significativo del poeta, "una calle que hay en cualquier ciudad" , pero en la que ocurren cosas como estas:

                El ciego está cantando. Te digo: amo la guerra.
                Esto es simple, querida, como el globo de luz
                del hotel en que vives. Yo subo la escalera
                y la música viene a mi lado, la música.
                Los dos somos gitanos de una troupe vagabunda.
                Alegres en lo alto de una calle cualquiera,
                alegres las campanas con una nueva voz.
                Tú crees todavía en la revolución
                y por el agujero que coses en la media
                sale el sol y se llena todo el cuarto de sol.

González Tuñón se hizo un alter ego a su medida (nada de heterónimos, no) al que llamó Juancito Caminador. Sí, es lo que parece: la traducción española de Jonhy Walker, así que ya se intuye por donde van los tiros. Personaje funámbulo y trotamundos que en la mejor tradición de la elegía anticipada escribió la canción para su supuesta muerte (antes y, en mi opinión, mejor que Gil de Biedma).

"Horas se podría estar contando esta historia", en palabras de Juan Gelman (también musicado por el Cuarteto Cedrón y al que González Tuñón prologó su primer libro), pero aquí lo dejo y el resto corre de vuestra cuenta: vivid al poeta leyéndolo y, por qué no, escuchándolo.
 



domingo, 2 de marzo de 2014

Otros fríos, de Ambrosio Gallego


Con Otros fríos, Ambrosio Gallego ganó en 2012 el Premio de poesía "Ángel González", convocado por primera vez por el Ayuntamiento de Páramo del Sil (León). Este barcelonés, nacido en la provincia de Badajoz, contaba ya con una obra no muy extensa pero consolidada, en la que destacan los libros de poemas Casa con humo (1996, en edición no venal), Que no haya olvido (ediciones Carena 1997), Llueve en paz (Beturia ediciones, 2005), El imperio de las luces (Diputación de Guadalajara 2005, Premio Provincia de Guadalajara); Con breves ojos ganó en 2010 el VII premio de poesía “César Simón”, promovido por la Universidad de Valencia, y fue publicado por la editorial Denes. 

Otros fríos engancha al lector desde la portada, pues tiene uno de esos títulos que en dos palabras lo dicen todo, o lo dejan todo por decir, como cada cual prefiera. ¿Qué fríos se dan por conocidos por el lector para que el poemario se dedique a los “otros”? ¿Y cuáles son esos otros? ¿Y por qué “frío”, siendo un sustantivo de sustancia, se pluraliza? La poesía convierte la frialdad abstracta en objetos y situaciones concretas, la acerca a nuestros sentidos, la palpamos al pronunciar las sílabas del verso. El lector reconocerá en los poemas momentos de su vida cotidiana para los que la deshumanización de nuestra sociedad y su saturación mediática nos ha hecho fríos ("Y no sabría decirle qué programa, qué imagen / me durmió la piel de gallina"). Solo la mirada verbal del poeta presta conciencia y calor a todas estas verdades marginadas. 

El carácter nocturno del volumen (la mayoría de los poemas  transcurren en la noche o en los “días subterráneos”, con brillante metáfora), con sus ámbitos románticos (aunque de ambientación moderna), su tanteo entre ruinas, la cercanía de la muerte, lo a punto de quedar fuera de la luz, la oscuridad ya no fría porque sin sentido, todo ello debe de formar esos otros fríos de la exclusión y de la palabra que no acaba de decirse porque tiene que ser extraída del poema como un tesoro de las entrañas de la tierra. Los fríos, entonces, primeros y elementales, los que se dan por supuestos en el título, serán las intemperies del día, los hielos de la luz, los afilados témpanos de la existencia, aquellos de los que “el tiempo no nos cura”. Decir ese escalofrío cotidiano con voz firme y clara, ese es el gran hallazgo del libro.

Como muy bien ve Miguel Ángel Curiel en un hermoso y certero prólogo,

"Otros fríos es un libro bello y auténtico, donde cualquier lector podría encontrar un equilibrio entre experiencia y lenguaje. Apenas hay literatura, hay vida, deseo de escribirla. La propia vida y sus tempestades de terciopelo. Había que hacer entonces nudos en el aire. Un libro bello que se nutre de las miserias con las que hacemos nuestro propio compost vital. El poeta aclara con la mano el mensaje del agua, y escribe más despacio que vive. Entonces sus palabras o poemas son la estela, la línea que debemos seguir".

Bajo el signo de Eros, de Antonio Gracia

Soñador de su elegía


La poesía a veces procede de un murmullo de la muerte, y de ahí cobra su luz, o quizá sucede al revés: hay una sed de luz que no se sacia y brilla más intensamente al alcanzar su límite. Escribir es empujarse hacia un final para encontrarse uno más cierto y más consciente en el lugar en donde está, aunque no le pertenezca.

Antonio Gracia ha explorado, con absoluta lucidez, esos desasosiegos, esos raros caminos (por poco transitados) al filo de la nada y de lo inmenso y, como Rimbaud, "por delicadeza" perdería la vida en ellos.

En este libro el poeta comienza por jugar con eros, el principio cósmico de la generación, pero las propias reglas del juego le llevan a su reflejo oscuro, thanatos; porque la escritura vive de su propia anulación y de la desaparición del autor; porque quizá nada existe que no se divida a partes iguales entre su deseo y su aniquilación.

En palabras de Antonio Gracia sobre Bajo el signo de eros:

Por primera vez no necesitaba escribir. Era dueño de la pluma. Me puse a jugar con ella, con la obtusa intención de esbozar algunas fabulaciones, como un divertimento. Pero me equivoqué: pronto la pluma reclamó su origen y fue olvidando su ludismo: se lanzó a trazar un conjunto en el que la tragedia triunfaba sobre cualquier sensualidad.

¿Triunfo? ¿Y la gloria que dejan como estela las palabras, que rescatadas de la sombra o del silencio ya son para siempre y, para siempre, perennes en su lumbre? Palabras únicas, como aquellos cuerpos con que soñaba el Walt Whitman de Lorca, que no debían repetirse en la aurora.

Antonio Gracia podía preguntarse con Antonio Machado: "¿Soy clásico o romántico?", y responder como él: "No sé". ¿Necesita adjetivos esta poesía, los necesita el poeta? Páginas de luz, de claridad, de espanto, de peligrosa penumbra. La vuelta al laberinto, con sus cimientos de mitos, sus paredes de espejos, sus imposibles perspectivas, y una presencia incógnita que acecha: el monstruo o nuestro doble.

Dichoso del lector que al perderse por estos pasillos y por estas estancias va a encontrar sin duda el camino más suyo, el que le corresponde como un eco, soñador de su elegía entre el goce y la derrota.

(De la introducción al libro)


sábado, 1 de marzo de 2014

Reseñas de Alas los labios


El libro de Pilar Blanco, último publicado en la colección, está teniendo excelentes críticas.
Aquí tenéis los enlaces a algunas:

Diario de León
16/02/2014
José Enrique Martínez
El aliento habitado de palabras

Información
14/02/2014







Puentes de papel. Blog de José Luis Morante
08/12/2013

Arqueros en mi fiesta, de Miguel Mula

Reseña del primer libro de la colección, publicada en "ArtesHoy. Revista digital de las artes"


La nueva colección “Olcades Poesía” arranca desde Cuenca con un contundente primer libro, que es también la opera prima del autor, Miguel Mula, original de Águilas (Murcia). Arqueros en mi fiesta es un poemario denso y sin concesiones, de una lírica entre vallejiana y simbolista, y con un profundo anclaje arquetípico. La idea de irrupción que se desprende de la incongruencia entre los dos términos del título (¿unos arqueros en una fiesta privada?) da buena cuenta de las tensiones y sorpresas que sostienen al poemario en todos sus niveles, y de su alto grado de imaginación.

El del arquero es un arquetipo que ha tenido diversas y curiosas manifestaciones a lo largo de tiempos y culturas. En su forma más amable es Cupido, y Miguel Mula juega con esa plasmación en los títulos de las dos partes principales: “La flecha en el corazón” y “El corazón en la flecha”; pero también puede interpretarse como el flechador Sagitario, que representa a un Centauro, de carácter más cruel; y no hay que olvidar a Apolo, cuyos atributos son precisamente el arco y la lira.

De esta conjunción de poesía y tensión, nace la reflexión de Octavio Paz sobre la lírica. Explicando la imagen de Heráclito que es germen de su libro, nos dice el poeta mexicano: “la lira, que consagra al hombre y así le da un puesto en el cosmos; el arco, que lo dispara más allá de sí mismo”.
El arco es, pues, aquello que se tensa para alcanzar un fin, un blanco, y esta poesía, como toda buena poesía, nos habla de los límites, y del deseo de lanzarse más allá de toda experiencia, pero mostrando a la vez que toda vivencia encuentra sus límites quizá demasiado cerca, más cerca sin duda de lo que quisiera el sujeto de la experiencia.

Los poemas son, así, flechazos, disparos que van más allá de la herida, hacia la razón de todo ser: “El abrazo la herida” se titula el último poema, sin guiones ni comas, como si fuera una sola palabra. Este título hace eco a otro poema (todo es resonancia en este libro), “El abrazo del loco”, emblemático de la colección. Es un texto en prosa que contiene otro poderoso arquetipo, la mítica figura del loco del tarot o un avatar más de la leyenda del rey pescador, con un guiño a la mística, con elementos surrealistas y el establecimiento de diálogo con un cuadro.

Este poema y el siguiente, “Altamar” (nuevamente una sola palabra) nos sitúan en la misma línea: la del deseo que encuentra su límite en la muerte, o mejor dicho en la amenaza de la desaparición que da su sentido pleno al deseo. El amor es, en este libro, muy parecido a la soledad, y algo cruel, lo que nos recuerda al verso de Mallarmé: “meurtries /  De la languer goûtée a ce mal d’être deux”. Y Mallarmé es precisamente vilipendiado en un poema que se abre con una provocación: “Que le den por culo al azur” (p. 30).

Y es que el libro tiene también mucho de baudelairinao, del Baudelaire de la muerte de los amantes: “Una tarde hecha de rosa y de azul místico, intercambiaremos un destello único como un largo sollozo, cargado todo de adioses”. Pero en Mula el desenlace no es tan espectacular, ni tan optimista. En él encontramos lo sublime junto a lo grotesco: el amor es negro y habla por boca de un viejo desdentado, como un limón exprimido, mostrándonos qué cerca está el todo de la nada.

El poemario, como se ve, es rico en tonos costrastantes. Hay poemas serenos, elegíacos, casi simbolistas como “Pasó el tiempo de las celebraciones” (p. 53), otros en tono de humor, juguetón y lúdico, como el que se cierra con el chocante: “en bucólica autovía hipérbaton nos hizo” (p. 61). Asistimos también al quiebre desmitificador después de una encendida enumeración lírica: “Pero, ¿almorzaremos mañana?” (p. 25).

Sin embargo, el valor principal del libro, a mi modo de ver, es el planteamiento del tema de la identidad, un tema caro a la poesía moderna. La identidad es una leyenda, como planteaba también Diego Jesús Jiménez. Somos la historia que nos contamos a nosotros mismos. Esto se hace evidente en un poema en que Miguel Fernández Parra nos dice de Miguel Mula: “Miguel Mula huyó de Miguel Mula” (p. 45). Esta complejidad enunciativa y el carácter especular de este planteamiento necesita ser transmitido no en una alocución directa sino como resultado de una polifonía de voces. Son varios los migueles que hablan en los poemas y de esos retazos de discurso el lector debe construir un sentido. Si alguien pensó que la poesía no es un género polifónico (como puede ser la novela) aquí tiene un contundente desmentido. Por no hablar, por otra parte, de los múltiples ecos de la tradición: Fray Luis de León, Garcilaso, San Juan de la Cruz en este contexto hablan con una voz sorprendentemente nueva.
Ello nos lleva a otra de las dimensiones del libro, que lo es también de la poesía moderna: el giro metapoético. A la desasosegante constatación que hace el poeta: “ya todo está dicho y ya solo queda / tu silencio y mi silencio mirándose” (p. 24), no cabe otra respuesta que inventarse a otros que nos digan, hacer de ventrilocuos, multiplicar las voces, o simplemente construir un poema palíndromo como el que cierra el libro: la poesía no puede más que repetirse a sí misma, invirtiendo el orden o subvirtiéndolo.

Una colección (y algo más) de poesía

Ediciones Olcades iniciaba en Cuenca su particular camino en el mundo de las letras allá por 1980 y lo hacía, entre otras colecciones, con una de poesía, la "Colección César", donde se dieron a conocer nuevas voces de la lírica española pero que acogió también a autores ya consagrados como Francisco Umbral en su faceta menos conocida de poeta. Desafortunadamente, la serie no alcanzó más que una media docena de entregas.

31 años después, en 2011 y en el seno de la misma editorial, se crea, con un espíritu parejo, la colección "Olcades poesía", cuyo objetivo es ofrecer poesía de calidad, tanto de autores noveles como de aquellos que cuenten ya con cierta trayectoria. Los libros van buscando su rincón, donde darse a los lectores, y algunos lo van a encontrar aquí, un rincón íntimo, confortable, cuidado, con toda la luz que podamos arrojar sobre él. Lo que ilumina es la lectura.

Este espacio en la red quiere ser no solo una plataforma para la difusión de la colección sino algo más: un lugar para el encuentro con la poesía. Como la propia colección, este blog se abre como una aventura, un camino en el que cada paso, bien asentado, creará nuevas posibilidades y dejará una senda probablemente escondida, como son todas las de la poesía, pero secretamente transitada.

Ojalá pudiéramos decir, con Robert Frost, que el tomar esa senda "lo cambió todo". La verdadera poesía, verdaderamente leída, hace todo diferente, sin duda, aunque no nos demos cuenta. Dejar constancia de lo que va conformándonos a través de los versos y compartirlo no sé si será un deber pero seguro que es una alegría.