sábado, 24 de enero de 2015

Boca de prosas, de Ernesto Estrella Cózar

  
   Presentamos el último libro de la colección Olcades poesía, que nuevamente opta por un autor novel. Boca de prosas es, en efecto, el primer libro de Ernesto Estrella, nacido en Granada, y actualmente residente en Berlín, donde imparte seminarios en la Universidad de Postdam, después de haber pasado por Nueva York para hacer su doctorado en la Universidad de Columbia. Ha publicado ensayos de crítica literaria en diversas revistas, y dos monografías sobre crítica y teoría poética: Cansinos Assens y su contexto crítico (Universidad de Granada 2005) y Espacio, poema en prosa de Juan Ramón Jiménez (Visor 2013).

     Con Boca de prosas, Ernesto Estrella viaja a los orígenes del poema en prosa para devolvernos una poesía muy actual y en constante metamorfosis. Algo baudelairiano hay en estos fragmentos de una cotidianidad hechizada y a la vez matérica, como si nuestro entorno fuera un enorme cuerpo en que vivimos y nos vive, en justa correspondencia. También Joyce asoma aquí en el juego de lenguajes y registros. Pero es del poema en prosa surrealista, lo más alto a que se ha llegado en este género, de donde el libro extrae su fuerza y su brillo, su suave ironía ocasional, al servicio de una personal exploración del yo que es a la vez el sustrato de todas las vivencias posibles.

    Os dejo con uno de los poemas del libro:

Inicio de hombre

                                    Sólo tierra también en el origen. Extensa, detenida
                                   y dotada de cierta profundidad. En derrumbamien-
                                   to continuo temeroso del perro que arriba merodea.
                                   Camina, palpa, golpea, entierra su hueso en nuestro
                                   cuerpo de barro indefinido. Abre los surcos. Inserta
                                   lo ajeno. Se aleja.
                                      Los años turban y el hueso hibernado inquieta todo
                                   lo de su entorno y salta. La huella de un mordisco bus-
                                   ca su amo.  Inicia el camino llevándose consigo ese
                                   cuerpo hundido que ahora tiembla de rapto, de vida,
                                   de vida nuestra inclinada.
                                         Otros años van acallando el rumor de ese barro
                                   siervo articulado. Hasta que el cansancio vence, que
                                   un día llega.
                                        Pulido en nuestra herida despeñada, el hueso se
                                   sitúa de nuevo ante la espera.